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miércoles, 27 de octubre de 2010

¡SEVILLA!

                Con tu tierra gloriosa amantaste mi cuerpo. Con el fuego de tu sol caldeaste mis venas y me fortaleciste. Con la esplendida luz de tu cielo alumbraste mi inteligencia; con los plateados reflejos de tu luna distes brillo y suavidad al lecho azul donde se forjaron mis sueños de niño.
                ¿A quién mejor que a ti, emperatriz de todas las ciudades del mundo, maga de la alegría, hada del encanto, maestra de la hospitalidad, que has conseguido el milagro de endulzar las amarguras del trabajo y de la vida con el tesoro del optimismo de tu risa; a quien mejor que a ti puedo ofrendar mis elogios, mis alabanzas, las intimas devociones de mi espíritu, que son como una oración a ti elevada, desde el silencio de mis largas horas de soledad y de meditación?.
                Quiero a una mujer porque es como tú; bella, graciosa y santa. Nerviosa y franca y comunicativa como tu alegría; delicada y sensible como tu alma; sencilla y olorosa como tus flores; gallarda y cimbreante como tus palmeras; esbelta y soberana como tu Giralda, triste y ensoñadora y adolorida como tus vírgenes; porque es trino y sollozo,  carnalidad y misticismo, poesía y misterio, como eres tu.
                Te recuerdo siempre, porque, como ella, vives en mi; porque estas permanentemente  y mi pensamiento, y llena mi alma con tu memoria, y te llevo en mi sangre y en mi corazón, y vas como una estrella delante de mi mirada.
                Te consagro mis veneraciones porque fuiste piadosa con mis viejos dormidos. Tu tierra, sagrada se hizo blando lecho para ellos y te tornaste e calor para su frío, y velas su reposo con amores de madre, puesto el dedo sobre los labios para que ningún ruido profane el silencio de su paz eterna. ¡Porque siento tu llamada cariñosa y quiero descansar perpetuamente en ti!.
                Por ti ha vibrado mi alma en unas horas de mental deleite. Y cuando la pluma resbalaba ligera sobre el papel, contando tus grandezas, un dolor se clavaba en mi pecho como un puñal: el dolor de no poder cincelar con palabras el monumento genial que tu mereces.
                Seguiré escribiendo páginas desbordantes de sinceridad y de amor. Para ti irán, serán para ti porque para ti y por ti irán escritas. Alma se harán para tu elogio y una misteriosa alquimia sentimental las convertirá en elogios para tu alma. Sobre algunas, seguro lloraré, cuando las vaya escribiendo.

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